Sólo desde un contexto de enajenación social masiva como este, partiendo de la base de que no existe pluralidad ni rigor informativo de ningún tipo en España ni en Europa, se puede entender que una noticia tan relevante como la filtración de los documentos relacionados con la Open Society Foundation de George Soros [3] no haya tenido ningún tipo de repercusión mediática, política ni social. Parece que se acepta con total normalidad que un corrupto inversor multimillonario influya en los medios de comunicación y de información manipulando y moldeando a su gusto a la opinión pública; o que intervenga directamente en asuntos políticos y económicos; o que financie «primaveras» y «revoluciones de colores» violentas contra gobiernos electos en Europa y en medio mundo. Esta intromisión en el mundo de la comunicación y del periodismo, esta injerencia del poder económico sobre la «libertad de información», no ha propiciado ningún tipo de debate entre los propios periodistas que trabajan en los grandes medios de comunicación; ni mucho menos entre las clases políticas dirigentes, los movimientos sociales, las ONGs, o la izquierda «progresista» que reciben, precisamente, apoyo y financiación de George Soros y las grandes corporaciones financieras y empresariales españolas y europeas. Este escenario nos da una muestra de la degradación moral y la corrupción que rodea al panorama político y periodístico desde hace muchos años en España y en Europa.
Así lo confiesa Udo Ulfkotte, uno de los más prestigiosos periodistas alemanes, en su libro Periodistas comprados (Gekaufte Journalisten, Editorial Kopp), un éxito de ventas. En su libro, Ulfkotte admite haber aceptado coimas para escribir, entre muchos otros artículos tendenciosos, uno donde denunciaba supuestos planes de Khadafi para usar gas venenoso contra su pueblo. “En innumerables ocasiones puse mi firma en notas que me entregaron los servicios de inteligencia de EE.UU., de Alemania o de la OTAN. Mentí, traicioné, recibí sobornos y oculté la verdad a la opinión pública. No hacía periodismo sino propaganda. Me avergüenzo aunque sea tarde para revertirlo. (…)“Hoy pasa lo mismo: hay periodistas sobornados para mentir y convencer a la gente sobre la necesidad de una guerra contra Rusia”. [4]
Claro que, hay que tener en cuenta que pese a su enorme poder, George Soros no es más (ni menos) que una de las cabezas pensantes que conforman el gran conglomerado corporativo occidental que mueve los hilos de la política y la economía global al margen de cualquier filtro democrático. Estas clases capitalistas son propietarias de todos los grandes medios de comunicación y persuasión en todos los formatos (prensa, radio, televisión, internet). Nadie cuestiona este monopolio privado sobre la información y la «libertad de expresión». Como tampoco se cuestiona que estos capitalistas financien y patrocinen a partidos políticos y sus campañas electorales. Ni que los dirigentes políticos y grandes tecnócratas europeos sean contratados por las grandes corporaciones a las que previamente habían beneficiado y servido fielmente desde sus cargos públicos. Como por ejemplo el ex presidente de la Comisión Europea y partícipe de la cumbre de las Azores que precedió a la invasión criminal e ilegal de Irak, José Manuel Durao Barroso, que ahora es el
presidente no ejecutivo de Goldman Sachs International en Londres.
Lo que hace George Soros a través de su gigantesca red de fundaciones globales no es distinto de lo que hacen algunos gobiernos occidentales, como el de EE.UU. a través de agencias y organismos como la NED o la USAID, que no es otra cosa que patrocinar a periodistas y medios para que manipulen la información a su favor [5]; o financiar a la oposición de aquellos países cuyos gobiernos no se arrodillan ante sus intereses (como en el caso escandaloso de Venezuela [6]); o financiar directamente a grupos neonazis como ocurrió en 2014 en Ucrania durante «la revolución del Euromaidán»; o a grupos terroristas takfirís como ocurrió en Libia en 2011 o ahora en Siria. Lo que hace Soros tampoco es muy distinto a lo que hacen los
30.000 lobistas que campan a sus anchas por Bruselas haciendo presión, o más bien imponiendo, las políticas y leyes que deben aprobarse y que benefician al capital financiero e industrial occidental. En el caso concreto de España no existe la figura de lobista como tal, pero a pesar de la falta total de transparencia en esto asunto se calcula que cerca de
400 de estos lobistas se pasean de forma habitual por el Congreso de los Diputados donde, nos dicen, «reside la soberanía del pueblo». De risa.
En España también tenemos nuestra propia USAID, se llama la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID). Esta agencia gubernamental ha patrocinado a políticos, periodistas, medios alternativos, académicos, organizaciones civiles y sociales, etc., consideradas de izquierdas o progresistas (incluido Pablo Iglesias y el partido Podemos). El objetivo de fondo es cooptar a la izquierda para evitar cualquier posibilidad – por pequeña que sea – de que se produzca un cambio revolucionario en Europa contrario a los intereses del capital financiero y las clases dominantes. O lo que algunos analistas llaman el control o la «fabricación de la disidencia» a través de su financiación. A la vista de los hechos, el éxito ha sido rotundo.
Según denuncia Purificación González de la Blanca, cofundadora del colectivo «Ojos para la Paz», a través del Programa Masar la AECID ha estado formando, financiando e incluso armando a miembros de la oposición Siria que lucha contra Bachar El- Assad. Y lo peor es que semejante actividad injerencista y desestabilizadora, la cual costean sin saberlo todos los ciudadanos españoles, ha sido realizada en estrecha colaboración con otras fundaciones, instituciones y Think Tanks españolas financiadas por lo más granado de las elites globalistas, como FRIDE, el Club de Madrid o la fundación FAES del ínclito ex- presidente José María Aznar. También colaboran en este proyecto imperialista importantes medios como ABC, el Mundo o el País. (…) Pero la guinda a esta investigación la puso el descubrimiento de que quien ha estado financiando a la Fundación CEPS, una ONGD que según todos los expertos es el germen de Podemos (para la cual trabajaron destacados líderes de este partido como Juan Carlos Monedero, Íñigo Errejón o el mismísimo Pablo Iglesias), no es otra que la AECID, tal y como se desprende del comunicado emitido en 2015 por dicha fundación para negar cualquier vinculación con Venezuela. [7]
Una cruenta y corrupta realidad que ya veníamos denunciando durante largo tiempo. Y que ahora muestra su enorme extensión.
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Lo que me pregunto es si sirve para algo que esta corrupta realidad se destape. Parece que no. No habrá «un antes y un después» de estas filtraciones. La realidad se estrella contra un muro tras el cual «el pueblo» ignorante continúa mordiendo el anzuelo que le lanzan desde los grandes medios.
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