Corea del Norte quiere la paz (reconoce el Pentágono) pero con soberanía

La tozuda realidad es que por muchas sanciones que se impongan y por muchos ejercicios militares que lleve a cabo Estados Unidos en la península coreana, las autoridades de Corea del Norte (Norcorea) no se van a amedrentar. Los misiles balísticos lanzados periódicamente por Pyongyang son la demostración de esta realidad que Washington finge no reconocer (al menos públicamente). A cada maniobra militar y diplomática amenazante por parte de Estados Unidos, le sigue una demostración de fuerza de carácter defensivo por parte de Norcorea que disuade a su enemigo.

El Consejo de Seguridad de la ONU emitió una declaración en la que condenaba el lanzamiento de un misil por parte de Corea del Norte sobre el espacio aéreo japonés (…). China y Rusia atribuyeron la culpa a otros miembros del Consejo de Seguridad por la reciente escalada de tensión y criticaron a Estados Unidos por las sanciones secundarias emitidas recientemente contra compañías que Washington acusó de violar las sanciones existentes contra Pyongyang. China también pidió a Estados Unidos y Corea del Sur que desmantelen un sistema de defensa antimisiles que han desplegado en Corea del Sur. [South China Morning Post, 30 de agosto 2017]

Las opciones siguen siendo únicamente dos: o una guerra nuclear (que implicaría además a Rusia y China), o utilizar la vía diplomática para alcanzar finalmente un acuerdo de paz para la península. Ninguna de las dos opciones complace al imperialismo estadounidense, pero finalmente se impondrá la «Realpolitik».

(…) incluso en un escenario en el que los Estados Unidos o Corea del Sur lograran un ataque preventivo contra Kim Jong Un, las capacidades militares convencionales de Corea del Norte aseguran que todavía es capaz de infligir daños catastróficos al Sur, donde Estados Unidos tiene miles de soldados desplegados. Tampoco está claro que el KPA arrojaría sus armas a raíz de la muerte de Kim. El secretario de Defensa, James Mattis, ha asegurado a los legisladores estadounidenses que aunque los Estados Unidos prevalezcan en una guerra contra el Norte, cualquier conflicto sería «más grave en términos de sufrimiento humano que cualquier otra cosa que hayamos visto desde 1953». [1]

Al contrario de lo que la narrativa oficial difundida por los medios corporativos occidentales relata, es Norcorea quien se está defendiendo de la amenaza estadounidense, y no al revés. Corea del Norte siempre ha querido llegar a un acuerdo definitivo con sus vecinos del sur. Recordemos que entre «las dos Coreas» nunca se firmó un tratado de paz sino un «alto el fuego» o armisticio tras el fin de la guerra en 1953.

Durante sus dos mandatos Barack Obama rechazó en varias ocasiones la propuesta de diálogo de Kim Yong-un, al mismo tiempo que el «Premio Nobel de la Paz» incrementaba el despliegue militar y armamentístico en la región asiática (en el marco geoestratégico del «Pivote Asiático» encaminado a cercar a China). También se ha rechazado en varias ocasiones la propuesta de China basada en el desarme gradual por ambas partes para tratar de “reducir la tensión” en la península y “evitar una colisión frontal” entre Estados Unidos y Corea del Norte. La respuesta de Washington fue aplicar sanciones no sólo a Corea del Norte sino a la propia China.

[Leer también: Trump amenaza a Corea del Norte: el ruido que precede al acuerdo]

Esta política de confrontación y amenaza permanente es utilizada por Estados Unidos para justificar su presencia militar y su injerencia política en el sudeste asiático. Su preocupación real no reside en un inminente ataque nuclear de Norcorea, sino en la influencia, crecimiento y expansión de China en el marco «Euroasiático». Una China que ya ha superado a Estados Unidos como la locomotora de la economía capitalista global.

Esta falta de voluntad política para impedir un acuerdo con Pyongyang es señalado incluso desde la RAND Corporation, el think tank oficioso del Pentágono, que reconoce que son las imposiciones previas que se dictan desde Washington las que impiden un acuerdo nuclear con Norcorea. En un sorprendente artículo publicado en su web el pasado 8 de junio, desde este «tanque pensante» estadounidense se reconoce la voluntad histórica por parte de Pyongyang de alcanzar un acuerdo de paz, así como el derecho a la autodefensa por parte de Corea del Norte y del propio Kim Jong-un en persona.

Estas líneas, escritas desde el corazón mismo del imperialismo belicista norteamericano, destrozan toda la propaganda de guerra lanzada contra Corea del Norte desde los medios corporativos occidentales, ONGs, políticos neoliberales («progresistas» incluidos), intelectuales alienados y demás voceros del poder económico anglosajón. Toda una paradoja que debería avergonzarlos.

Los líderes norcoreanos han concedido importancia desde hace tiempo a poner fin formalmente a la guerra. A lo largo de los años han planteado repetidamente la perspectiva de un tratado de paz para resolver los numerosos problemas que el armisticio de 1953 dejó sin resolver, sobre todo el acuerdo sobre la división permanente de la Península Coreana.

En varias ocasiones los norcoreanos han propuesto negociar un tratado con los Estados Unidos, otras veces con Corea del Sur. En los últimos años, China también ha instado a la apertura de esas negociaciones.

Los norcoreanos quieren una declaración definitiva de paz, no sólo una tregua, como garantía de que no serán atacados y como reconocimiento por parte de Estados Unidos, Corea del Sur y el resto del mundo de que su país es un Estado soberano y un poder legítimo .

Los sucesivos presidentes estadounidenses han insistido en una serie de condiciones previas antes de que se pudieran iniciar negociaciones serias de paz, incluyendo un compromiso con la desnuclearización y la detención de nuevas pruebas de misiles. Pero el líder supremo de Corea del Norte, Kim Jong-un, probablemente no acepte renunciar a los programas nucleares y de misiles de su país sin recibir garantías convincentes de que no sufrirá el destino de Saddam Hussein de Irak ni de Muammar el-Gadafi de Libia. [2]

Para las élites imperialistas dominantes en Estados Unidos (el «Estado Profundo») la paz ha consistido históricamente en que sus enemigos o rivales se desarmen para poder dominarlos sin derramamiento de sangre. Paz como sinónimo de derrota y sumisión del enemigo. Es una paz basada en la aceptación por parte del resto de países de la doctrina del «excepcionalismo» norteamericano, según la cual Estados Unidos tiene la divida virtud de gobernar unilateralmente al resto el mundo y de no tener que responder ante nadie por los crímenes que comete.

Aquellos gobernantes y pueblos que no aceptan este principio de obediencia impuesta se convierten en un «peligro para la paz mundial». Es decir, que suponen un obstáculo para los intereses económicos del imperialismo corporativo y deben ser eliminados cuanto antes (provocando un «cambio de régimen», como en Ucrania, o una «intervención humanitaria» de la OTAN, como en Libia).

La gran desgracia actual para el Imperio estadounidense es que hoy en día ya no tienen la misma capacidad de imponer por la fuerza sus políticas, tal y como venía ocurriendo desde hace casi 70 años. Siria es el paradigma de este cambio tectónico en lo geopolítico. Ellos lo saben (como reconoció el propio Pentágono en uno de sus informes [3]), de ahí su desesperación.

Corea del Norte tiene derecho a defender su Soberanía, incluso nuclearmente. Un acuerdo de paz para la península coreana es inevitable y deseable. Quizás la visita que realizará Donald Trump a China prevista para el próximo mes de noviembre sea un buen momento para anunciarlo.

 

REFERENCIAS – NOTAS

[1] How (Not) to Kill Kim Jong Un,- artículo de Adam Rawnsley (Foreign Policy, 6/7/2017) http://foreignpolicy.com/2017/07/06/how-not-to-kill-kim-jung-un/

[2] End the Korean War, Finally,- artículo escrito por James Dobbins y Jeffrey W. Hornung, analistas y miembros de RAND Corporation (8/6/2017) https://www.rand.org/blog/2017/06/end-the-korean-war-finally.html

[3] At Our Own Peril: DoD Risk Assessment in a Post-Primacy World,-  informe del Pentágono: https://ssi.armywarcollege.edu/pdffiles/PUB1358.pdf

[Leer también: Trump amenaza a Corea del Norte: el ruido que precede al acuerdo, El Mirador Global, 11 de agosto de 2017]

5 comentarios

    1. Acabo de leer la primera parte del artículo de Sarah Abed, y me parece un gran trabajo. No soy un gran entendido respecto al tema de los kurdos, pero es evidente que están manejados por Washington. Defender la creación de un Kurdistán en Siria es precisamente defender los mismos planes que el Pentágono y los think tanks corporativos trazaron para Siria desde hace años. Creo que Sarah lo explica bien: una cosa es defender los derechos de los Kurdos y se plena integración dentro de los paises en los que residen, y otra bien distinta es crear un Estado nuevo en cada país en el que residen, o un gigantesco Gran Kurdistán que ocupe tierra de Siria, Turquía, Irak e Irán. Como dice la autora en el artículo, ni los propios kurdos se ponen de acuerdo, no tienen un pensamiento homogéneo, ni siquiera una sola lengua. No serían un pueblo soberano, sino una colonia yanqui. Sería un experimento encaminado a balcanizar Siria y Oriente Medio. Escribí sobre ello en alguna ocasión. Un saludo https://adolfoferrera.wordpress.com/tag/gran-kurdistan/

      Me gusta

Deja un comentario